A Rubén se le ocurrió que si tuviéramos un grupo pequeño, podríamos cargar las baterías y, al menos, tener luz y wifi estos días, aunque no podemos solucionar el problema del agua.
Helena deja de llorar durante un rato y se pone a buscar en Internet, qué establecimientos pueden vender un grupo de 2800 watios. Lo encuentra en Bauhaus, Paterna. Mañana lo tendrán a las diez. Yo saco la tarjeta de crédito.
He amanecido a las ocho con Manuel a mi lado. Rubén y Helena ya hace rato que andan trasteando.
Ha salido el sol. El día promete y todo parece menos huraño. Van a preparar el espacio donde colocaremos el grupo.
He amanecido a las ocho con Manuel a mi lado. Rubén y Helena ya hace rato que andan trasteando.
Ha salido el sol. El día promete y todo parece menos huraño. Van a preparar el espacio donde colocaremos el grupo.
Helena barre, el patio, yo la terraza. Quito hierbas, hablo con Rubén, ponte guantes, la mascarilla, haz fotos de nuestro grupo averiado. Si te preguntan por qué llevas la tarjeta de una mujer, dices que es la de tu suegra que no ha podido venir porque es persona de alto riesgo. Mental, alto riesgo mental, debe pensar Rubén.
Se marcha sobre las diez y media y yo cruzo los dedos. Madre del Amor Hermoso. Que no le pase nada. La autovía va a estar llena de controles.
Helena y Manuel se ocupan del trabajo de Sociales. Manuel tiene que montar una empresa. Y elige una ganadería de toros que no serán sacrificados en el ruedo. Solo recortadores y toreo portugués.
Madre e hijo están enfrascados y yo barro las terrazas como si no hubiera un mañana. Necesito hacer algo físico.
A este paso, el maestro llamará para decir Helena has sacado un nueve en el trabajo. La mañana es espléndida y Rubén llega con el grupo, sano y salvo. Lo llena de gasolina y me cojo un buen colocón solo del olor. Madre mía, qué mal me encuentro. Después de estar toda la mañana al sol, el olfato lo sigo teniendo perfecto porque la gasolina me ha mareado. Ni que me la hubiera inyectado en vena.
Rubén se pone a la instalación del grupo. Cable por aquí y cable por allá. Nosotras no entendemos de esto, así que seguimos a lo nuestro. Bien! Ya funciona! Viva el capitán América! Podremos recargar las baterías de la casa y tendremos luz en la casa y wifi, unas horas al día. Puedo escribir y me pongo a ello por la tarde.
Solo nos queda el tema del agua. Rubén, cambia el pequeño grupo de lugar. Lo deja junto a la balsa y pone en funcionamiento la bomba.
Tendremos agua para lavarnos las manos, los dientes, asearnos un poco y fregar los cacharros.
Comemos felices y contentos. Un puchero que está de muerte. De postre, helado que se ha deshecho porque las cámaras siguen sin energía eléctrica.
Pasamos la tarde cada uno a lo suyo. Helena duerme, Rubén y Manuel ven la serie Juego de caballeros. Yo leo a Mendicutti y su Mae West y yo, tengo ganas de reirme un rato.
A las seis Helena despierta de su siesta y me encuentra limpiando los cristales. Qué haces, madre. Pues verás, como no he quedado para ir al teatro...
Mientras Rubén prepara el horno moruno para las pizzas que van a cocer para la cena, yo me voy a Paris. Aquí ya hemos acuñado la expresión Irse a Paris, que significa que me voy a dar una vuelta por La Matandeta.
Cenamos pizzas recién salidas del horno, que para algo vivimos en un restaurante. Y el día termina muy pronto. Y ha sido mejor que el de ayer, aunque peor que el que vendrá mañana. Porque cada día iremos solucionando los problemas que se nos presenten. Iremos uniendo fuerzas y caminaremos juntos como una familia que somos.
Tiempo de confinamiento, pero también de reencontrarnos, de mirar hacia nuestro interior, de replantearnos el mundo y su futuro.
Tiempo de valorar lo fútil y lo realmente necesario.
Tiempo de confinamiento y de contemplación, de serenidad y meditación.
Buenas noches.
Salve y ustedes tengan un buen confinamiento.
Se marcha sobre las diez y media y yo cruzo los dedos. Madre del Amor Hermoso. Que no le pase nada. La autovía va a estar llena de controles.
Helena y Manuel se ocupan del trabajo de Sociales. Manuel tiene que montar una empresa. Y elige una ganadería de toros que no serán sacrificados en el ruedo. Solo recortadores y toreo portugués.
Madre e hijo están enfrascados y yo barro las terrazas como si no hubiera un mañana. Necesito hacer algo físico.
A este paso, el maestro llamará para decir Helena has sacado un nueve en el trabajo. La mañana es espléndida y Rubén llega con el grupo, sano y salvo. Lo llena de gasolina y me cojo un buen colocón solo del olor. Madre mía, qué mal me encuentro. Después de estar toda la mañana al sol, el olfato lo sigo teniendo perfecto porque la gasolina me ha mareado. Ni que me la hubiera inyectado en vena.
Rubén se pone a la instalación del grupo. Cable por aquí y cable por allá. Nosotras no entendemos de esto, así que seguimos a lo nuestro. Bien! Ya funciona! Viva el capitán América! Podremos recargar las baterías de la casa y tendremos luz en la casa y wifi, unas horas al día. Puedo escribir y me pongo a ello por la tarde.
Solo nos queda el tema del agua. Rubén, cambia el pequeño grupo de lugar. Lo deja junto a la balsa y pone en funcionamiento la bomba.
Tendremos agua para lavarnos las manos, los dientes, asearnos un poco y fregar los cacharros.
Comemos felices y contentos. Un puchero que está de muerte. De postre, helado que se ha deshecho porque las cámaras siguen sin energía eléctrica.
Pasamos la tarde cada uno a lo suyo. Helena duerme, Rubén y Manuel ven la serie Juego de caballeros. Yo leo a Mendicutti y su Mae West y yo, tengo ganas de reirme un rato.
A las seis Helena despierta de su siesta y me encuentra limpiando los cristales. Qué haces, madre. Pues verás, como no he quedado para ir al teatro...
Mientras Rubén prepara el horno moruno para las pizzas que van a cocer para la cena, yo me voy a Paris. Aquí ya hemos acuñado la expresión Irse a Paris, que significa que me voy a dar una vuelta por La Matandeta.
Cenamos pizzas recién salidas del horno, que para algo vivimos en un restaurante. Y el día termina muy pronto. Y ha sido mejor que el de ayer, aunque peor que el que vendrá mañana. Porque cada día iremos solucionando los problemas que se nos presenten. Iremos uniendo fuerzas y caminaremos juntos como una familia que somos.
Tiempo de confinamiento, pero también de reencontrarnos, de mirar hacia nuestro interior, de replantearnos el mundo y su futuro.
Tiempo de valorar lo fútil y lo realmente necesario.
Tiempo de confinamiento y de contemplación, de serenidad y meditación.
Buenas noches.
Salve y ustedes tengan un buen confinamiento.