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Channel: La Matandeta y sus historias
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AMANECER EN EL DESIERTO

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                                                                     Camina  en el desierto, entonces notarás el valor  del                                                                             agua.

                                                                                                Desierto
                                                                                 
                                                                                          J.M.G. Le Clézio


     En el desierto de Merzouga, muy cerca de la frontera con Argelia, el campamento en el que  nos hospedamos tiene wifi y calefacción, que no funciona. El desierto ya no es lo que era. Me siento como una guiri invasora de  una realidad edulcorada. La cena es suculenta y después hoguera y tambores. Me imagino el Sacromonte lleno de americanos intentando bailar flamenco. Lo que hay que hacer para seguir adelante. No me gusta este desierto descafeinado y lleno de comodidades. Es más, no conozco otro.
Al día siguiente, nos levantamos a ver el amanecer. Aparece el sol a las ocho y cuarto. Y yo le añado la banda  sonora de Here comes the sun, de los Beatles.
Anoche nos dieron la posibilidad de volver a donde se encuentra nuestro mini-autobús a lomos de  dromedario . El resto del grupo decide que no. Hará mucho frío. Ya montamos ayer en dromedario. Pero yo persisto y a las ocho y media emprendo paseo con Mohamed, nuestro porteador de ayer. Un joven de veintiséis años que nació en una familia nómada, cerca de Ouarzazate.


Como Mohamed habla mal el  inglés y yo también, nos  entendemos a  la  perfección. Me explica que son cuatro hermanas  y cuatro hermanos. Que el trabaja  llevando arriba  y abajo dromedarios desde hace dos años. Pero es un empleo de temporada. En  verano, con temperaturas  de cincuenta  grados durante  el  día, el turismo  que llega hasta el desierto  es  nacional. Los precios son muy bajos.


Encontramos un par de  pozos y me dice que el  agua se encuentra  a  siete metros  de  profundidad. ¿Tan poco? Que las lluvias llegan en septiembre y octubre. Y que la  frontera  con Argelia, marcada  por el desierto, no está  bien delimitada  y es peligrosa. Hay piratas  del lado de Argelia.
Mohamed es un chico de mirada dulce que intercambia número de teléfono con los turistas.
Nos encontramos botellas  de plástico, latas abandonadas. Donde llega  la civilización, también arriba la barbarie.

Ha sido un paseo de una hora, a lomos de  dromedario. Una mañana soleada, sin frío ni viento. Por mucho que nos empeñemos en ser viajeros, no somos más que turistas en busca de rutas ya trilladas. Sin poder renunciar a la comodidad de nuestra  forma de vida.
Se acabó el desierto  de  los románticos. Nos vamos  para Fez.
Salve y ustedes lo pasen bien este  año  que ha acaba de comenzar. Que tengamos salud, paz y mucha  serenidad interior.


UNA CENA EN FEZ

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  Puede que la medina de Fez encierre la ciudad medieval más hermosa del mundo, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Llegamos a la Puerta Azul sobre las siete de la tarde, ya oscurecido. El taxista que nos iba a conducir hasta el riad Al Pacha se puso a discutir con el policía que le increpó por haber aparcado delante de la puerta de la mezquita. Tan enzarzados estaban en su controversia que ni  se dieron cuenta que nos llevamos las maletas hasta el carro de un anciano que se ganaba la vida transportando los enseres de los turistas. Cruzamos callejuelas laberínticas en medio de las paradas de verduras, de frutas, de dulces, de pequeñas carnicerías que tienen animales vivos, a punto de ser sacrificados mirando a La Meca por el primero que los compre...  Todas ellas menos concurridas que las de Marrakech.
Cuando llegamos al recibidor del riad, nos despachamos con la noticia de que nos han cambiado la habitación a otro, situado muy cerca y de la misma propiedad. Carmen, al contrario que yo, es muy organizada. Hizo la reserva con dos meses de  antelación.


Pero Mohamed nos dice que el otro, ubicado, apenas a  diez metros en la misma callejuela, es mucho mejor, más tranquilo, aunque el  desayuno y la  cena serán en El Pachà. Han mareado a Carmen durante días con  las tarjetas de crédito. Le rechazaron hasta tres. Total para querer cobrar en metálico. En todas  partes hemos  tenido que pagar con dirhams o, a lo sumo, euros.
El nuevo riad es también muy bonito. Con la decoración árabe. Como el Corán prohíbe la representación de animales y personas, desarrollaron mucho la caligrafía, que aparece en todas la escayolas. Salvo los sufíes, turcos y persas, por eso tenemos en La Alhambra el Patio de los Leones.



Mohamed, que debe tener veintidós o veintitrés años, aguanta estoicamente, toda la retahíla de quejas que le lanza Carmen, añadiendo a sus comentarios Pero si tú eres simpática.... Qué más da que la cama sea de matrimonio, ¿no sois hermanas? Amigas como hermanas. Yo soy más práctica y le sugiero que al menú de  la noche, añadan una ensalada marroquí de regalo, por el cambio. Así será.




Tras la cena a base de la regalada ensalada, la harira y las pastillas, dormimos como reinas. Fez  tiene fama entre los marroquíes por su gastronomía. Doy fe de lo bien que  se come en esta ciudad. Y al día siguiente nos echamos a las callejuelas a comprar especias, a llenarnos de  olores y sabores como si nos hubiéramos metido en un cuento de las Mil y una noches. 












Visitamos la Mezquita Kariuán, que lleva el nombre de la ciudad tunecina porque Fátima, la piadosa y rica mujer que la mandó construir, era de allí. Aquí se ubicó la primera universidad multidisciplinar del mundo y, aunque como en todas las mezquitas árabes no nos dejan entrar, hacemos fotos del patio. Hoy es viernes, día semanal de fiesta en la religión musulmana y numerosos fieles acuden a rezar.





Hace días que le  estoy dando vueltas a un problema que he creado yo misma. Kenza Lamouasni nos llevó a un centro comercial en Marrakech. Compré tal cantidad de  botellas de aceite marroquí para La Matandeta, que va a ser difícil que las pueda llevar en la  maleta. Solo tengo una posibilidad de que alcancen  su destino, sanas y salvas,  y esa posibilidad se llama Boro Borcha.
Él salió de Valencia en coche, rumbo a Marruecos, el pasado veintiséis  de diciembre, con dos amigas. No hemos hecho el mismo recorrido, pero esta noche nos encontraremos en Fez, si ellos consiguen llegar  sin ninguna vicisitud.



Tenemos una cita en el Hotel Batha, donde se hospedan, a las nueve. Mientras tanto, después de comer un bocadillo mixto en un puesto de la medina, yo me voy para el hammam. No un hammam turístico, sino el público, donde acuden las mujeres de esta ciudad. Me acompaña Fátima, la dueña del riad, quien negocia el precio con la anciana que lo regenta. El hammam está lleno porque es día de fiesta. Las mujeres, sus amigas y sus niñas, con el jabón negro, restriegan sus pieles con la manopla típica de estos baños, al que acuden una vez a la semana. No he llevado nada. Una joven me ofrece jabón, una manopla y champú. Al cabo de media hora, decido que  ya he terminado mi limpieza corporal y me preguntan todas por qué me voy tan pronto. Mientras me cambio, otra mujer me regala medio plátano del que está comiendo.


Boro Borcha es la persona más generosa que he conocido en mi vida. Se cruzó en mi espacio en un momento muy difícil para mí y, como es un embaucador nato, me dio la ilusión necesaria para auparme del pozo en el que me había metido. Siempre le estaré agradecida y siempre será mi amigo.
Como un caballero que es, me resuelve el problema de las botellas de aceite. Las llevará en su furgoneta hasta La Matandeta. Y nos invitará a cenar junto a Victoria y Reyes Sancho-Tello, que viajan esta vez con él por Marruecos.
Al día siguiente, nos levantaremos a las cinco y media. Nuestro avión sale a las ocho. Y una vez más tendré pruebas de que Dios no existe, pero sí el Angel de la Guarda. Ya sentadas en el taxi, Carmen me preguntará si tengo el dinero preparado para pagar la carrera. En el último momento, me daré cuenta de que mi cartera ha desaparecido y corriendo, corriendo la encontraré en la cama  del riad, olvidada.
En el aeropuerto coincidimos con Joan Ribó, alcalde de Valencia. Pero esa es otra historia.
Salve y ustedes lo pasen bien. Ah, y feliz rentrée.

LA VIDA QUE TE ESPERA

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                                                                     A  Pilar Bornay



Constantemente, la gente me regala historias. Yo no me las invento. Me limito a transcribirlas.
Hace aproximadamente un mes, antes de  comenzar la Navidad, coincidí en el tren del domingo, a las seis y media  de la  tarde, camino de Vinaròs, con una chica  que  tenía  que bajarse en Benicarló. El vagón estaba vacío. Y nos acercamos la una a la otra, con  esa intimidad que saben compartir las mujeres, incluso con las desconocidas
Sarabel, empezó a relatarme que nació en  el pueblo del alcalde, Zalamea de la Serena, en Extremadura .Allí vivió, la mayor de cinco hermanos, hasta los dieciocho, edad  con la que se  fue a Madrid.
Entró  a trabajar  en  una  cadena hotelera y  conoció al que cuatro,  años después, sería su  marido y padre de  su hija.
Sarabel  no le pedía mucho a la vida. Un piso, una niña de cinco años, un  marido  guapo  y trabajador. Pero un día, y sin venir a cuento para ella, la vida se desmoronó. Pedro había decidido  dejar  de llevar una doble vida. En un mes estaban divorciados. Sarabel se quedó con su hija, una hipoteca y viviendo en Madrid. Me cuenta que le salieron llagas  en los ojos de tanto llorar. Su madre quería que volviera  a Extramadura, pero ella ya  no se veía allí.
Una buena mañana se planteó en qué parte del mundo le gustaría  morar. Junto al mar. De pequeña, Sarabel había pasado  unas vacaciones en Peníscola y se dijo que por aquella zona. Vendió el piso, saldó la hipoteca y pidió el finiquito en la cadena hotelera. Sabía que, en caso de no encontrar  trabajo en la costa mediterránea, tenía suficiente dinero para resistir un año entero, con su hija y sin conocer a nadie.
Se alquiló un piso en Benicarló y al mes ya  estaba  trabajando. Empezó  a salir con otros hombres, pero tenía muy claro  que quien aceptara una relación con ella, también debía aceptar a su hija.
A los seis meses conoció a Ximo, se entendieron enseguida. Ximo es su segundo marido y padre de su segunda hija. Tienen un negocio  de herboristería  en Benicarló. Sarabel ha terminado el grado de Tecnología de los  Alimentos en la  Universidad.
Se despide de mí con un abrazo y diciéndome que si llega a saber la vida que le esperaba  en Benicarló, no hubiera derramado ni una sola lágrima por lo que perdió  un buen día en Madrid.
A ver si nos aplicamos la reflexión.
No llores más. Aún no sabes  la vida  que te espera.
Salve y ustedes lo pasen bien, mientras pasa el Gloria que en Vinaròs, como en muchos otros lugares de la costa, está dejando un paisaje triste, gris  y desolador.




CORMORANES

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                                                                          El niño que imita al cormorán es aún más 
                                                                          maravilloso.

                                                                                                Kobayashi Issa
                                                                                       


Volvieron los cormorares a la  platja del Clot y el mar dominical estaba  en calma, plano y tranquilo, como si tres días antes no hubiera  sido capaz de enseñar las garras, la rabia, que le  hizo escupir sobre la primera línea de playa, olas de ocho metros, espuma amarilla, restos de basura  tirados desde los barcos, quién sabe cuántos días, cuántos meses antes. 
Miguelito barría la terraza de La Lola el domingo por la mañana, a primera hora del amanecer y me contaba que entre él y su hermano limpiaron la playa de arriba, la que tiene la caseta cerrada, por donde andan sueltos los gatos cuando esperan las sardinillas del pequeño.



Raramente paso  un fin de semana en Vinaròs, pero se dieron unas circunstancias que tuvieron que ver con la borrasca Gloria y que ahora no voy a  relatar. Pero me quedé aquí y bajé a la playa a ver amanecer y me acerqué hasta el Mozart, donde Sergi, el dueño, ya sabe cómo me gusta el café  con leche de la mañana, el único que el cardiólogo ha decidido permitirme, aunque no es precisamente el café el mejor  de los placeres que me  ha vetado.


De vuelta doy un largo paseo por el espigón. Desde la punta se divisa Peníscola. Cruzo el puerto por la plaza de toros, la más cercana al mar de todo el mundo, me anunció Remei en julio pasado, cuando supe que pasaría un curso junto al mar. Alcanzo la platja del Clot, ya sin Miguelito, que terminó sus quehaceres en la terraza de La Lola y emprendo el paseo hacia el Barranc d'Aïguadoliva.
Diviso el resto de colonias de cormoranes sobre sus rocas. Los cuento. Siempre hay el mismo número sobre los peñascos.

 

Cormoranes, cuervos marinos. Me pregunto por dónde andarían cuando las olas de ocho metros ladraban sobre la orilla. Dónde se refugiaron para seguir viviendo. Qué comieron durante esos días. Cómo consiguieron sobrevivir.


También me pregunto si seguirá habiendo gente obsesionada con tener un apartamento, una casa, en primera línea de playa. Pisando el mar. Como los cormoranes, los cuervos marinos de estas aguas.
Salve y ustedes lo pasen bien.



CARNAVAL, CARNAVAL

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El carnaval precede a la Cuaresma, el frío al calor en Vinaròs. Para algunos, el origen del carnaval se encuentra  en la  representaciones teatrales al dios Baco, en la antigua Grecia, las bacanales, seguidas de orgías y desenfreno. Pero  yo prefiero la teoría de Mijail Batjín, ruso estructuralista que  se internó en la cultura popular de la Edad Media y el Renacimiento. Según él, el carnaval no era una forma artística de espectáculo teatral, sino una forma concreta de vida que se desarrollaba durante el tiempo de carnaval. Todo estaba permitido. El rico se disfrazaba de pobre y el pobre podía ejercer de  rico.
 Los conflictos de diferencia  de clases perdían poder. Los cánones impuestos por la sociedad, saltaban por los aires y la Iglesia y el poder se ridiculizaban sin miedo a represalias.


Durante el carnaval se echaba mano del escándalo, de la extravagancia y de la sátira. Lo respetable era cuestionado, las normas que regían el mundo medieval y renacentista eran aparcadas durante esos días. Un mundo creado en contraposición al discurso oficial. Para Mijaíl Batjín, el carnaval desacraliza la verdad oficial a través de la construcción de este mundo al revés y lo consigue mediante la subversión de los valores imperantes en un determinado momento histórico.


Según Batjín, el espacio del carnaval durante la Edad Media y el Renacimiento constituía un ambiente en el que las expresiones orales gozaban de absoluta libertad. Y esa sensación de absoluta libertad sea quizá la  que no le gustó al franquismo, que lo prohibió en zonas como estas de Castellón. Del carnaval de mi infancia, solo recuerdo el de Tenerife a  través de la  televisión en blanco y negro.
La plaza pública, ese espacio abierto en el que convivían  los participantes y en donde todo estaba permitido, fue abolido por la dictadura. No hubo manera de equilibrarse las relaciones jerárquicas entre los individuos en la plaza pública, tal como nos había llegado desde el  Medioevo. Franco no toleró esa forma de comportamiento.


En la noche del pijama de Vinaròs, vuelve a  reinar el espíritu del Medioevo. Las  clases y las edades se mezclan con el humor y la risa. Carnavales  en Vinaròs, fiestas de interés turístico autonómico. Una forma de vida diferente, durante unos días, al lado del Mediterráneo. Lástima que me tenga que  ir esta vez. Tengo un compromiso ineludible. Este sábado, en La Matandeta, se casa Micalet.
Salve y ustedes disfruten de los carnavales.




QUERIDA KENZA

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                                                                                    El horror, siempre el horror
                                                                                       
                                                                                            El corazón de las  tinieblas
                                                                                                  Joseph Konrad


Mi muy querida Kenza Lamuasni:

En toda  la noche no ha dejado de llover. Era una lluvia con una  cadencia  silenciosa. Más parecida a la nieve que a la propia lluvia. La nieve, la única vez que la vi  al amanecer fue en Fontanars. Nos acostamos y al día siguiente  había casi un metro. Fue un espectáculo maravilloso. Todo quedó paralizado, como suspendido en el tiempo. Y mira que es difícil suspender el tiempo. Pues, eso, la lluvia le ha puesto un silencio elocuente a toda la noche. A las dos de la madrugada me desperté y me puse a pensar. Pensar mucho es malo para la salud y la felicidad.
Me preguntas qué opino acerca de la decisión del rey de tu país de  cerrar las fronteras ante la crisis que azota Europa. Ese  mismo rey que os tiene metidos todavía en un poder feudal...
El sábado estaba en Vinaròs. Me había quedado el fin de semana porque  arrastraba una infección de orina, un resfriado y el final de la evaluación. Estaba cansada. En La Matandeta esperaban poco trabajo y Manuel  iba a estar lejos. Había limpiado el minúsculo apartamento en el que vivo y compré un poco de comida en el supermercado que tengo enfrente. 
Cuando puse la  televisión y oí que declaraban el estado de alarma, sin cambiarme  de ropa, sin recoger siquiera las medicinas que tomo, salí disparada hacia la estación de tren en busca del primero que me llevara junto a los míos.
Llevo desde el sábado encerrada en La Matandeta. Cuatro días de bajón. Hay amigos que me preguntan dónde andan mis amaneceres.
El miedo te paraliza. Igual que la esperanza. El miedo porque crea pánico ante lo que vendrá. La esperanza porque crea ilusión en que algún día las cosas cambiarán.
Si no fuera por mis hijos y por mi jefa en el instituto, María Teresa Ulldemolins, no hubiera sido capaz de salir del bucle.
El miedo es una más de las emociones de la condición humana. La información desaforada produce miedo, Ya lo dijo Maurice Duverger en Las dos caras de Jano, demasiada información es nula información. Un libro que me obligaron a leer en la Facultad de Derecho el año 78 y que tengo completamente subrayado. Hace un día que solo escucho los informativos. El resto, pongo música.
África lleva decenas de años con pandemias que nunca declarará  la OMS. África es un continente desahuciado a pesar de poseer las mayores riquezas naturales del mundo.
El miedo nos acostumbra a que nos manden y, una vez más, a la incertidumbre de vivir. No nos gusta la incertidumbre de vivir. No nos gusta la inseguridad. Pero al miedo hay que plantarle frontera.
El miedo se ceba en ti y destruye tu vida. A mi no me da miedo el corona virus. Me produce horror lo que vendrá después ....
El horror, siempre el horror. Y Joseph Konrad. Qué lástima que mi capacidad de análisis no dé para más.
Me preguntabas por la decisión de tu rey sobre el cierre de las fronteras. Saca tú las conclusiones. Y sigue rezando a tu Dios, tú que tienes fe.
Te quiero.


DÍAS DE CONFINAMIENTO

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Cada día de esta semana pasada, a partir de las nueve de la mañana, el grupo de watshap de profesores del Leo parecía el ágora en tiempos de Platón y sus discípulos. Cómo se cuelgan artículos en Aules. Alguien sabe qué pasa con Itaca, no me deja entrar. El servidor no funciona. Quién es el tutor o tutora de 1ºESO C y D. Acaban de enviar un correo a gva para activar y usar el Webex. No habrán oposiciones este año. Por favor, podéis enviar los deberes por el corporativo a K.Z. sus padres no están conectados a Itaca. Ni sus padres, ni un gran número de padres. Alguien sabe si el alumnado de bachillerato ha podido acceder a Aules ya... Nunca me podría imaginar que tendría tantas ganas de volver al Instituto. Yo, también. Y yo. Y yo.
Cuando acaba la jornada estoy más cansada que si le hubiera dado cincuenta vueltas a la plaza de toros de Vinaròs. Y con tan  poco rendimiento.



Vinaròs, de pronto, ya no está a ciento cincuenta kilómetros, sino en el confín del mundo. Y tengo por todos los medios que seguir unida a mi alumnado. No los puedo perder.
En Vinaròs está mi  mundo cotidiano, en un apartamento que ya no podré mantener, así que, domingo, 22 de marzo, hoy es el aniversario de la muerte de mi padre, hoy hace justo dos años que...
Llamo a mi amigo Xavier Marí y me pongo a llorar como una magdalena. Llamo a mi amigo Joan Roig y me entran ganas de llorar al escucharlo. Vamos que me ha dado el día llorón. Decido ir el lunes a las seis de la mañana a desmontar el apartamento de Vinaròs. Sé que el confinamiento va para largo y en estos momentos yo soy el único recurso  económico de esta familia que, de la noche a la mañana se ha venido abajo. Cada euro, tiene que estar racionado, si queremos tener un futuro. Y sí que lo queremos.
Xavier Marí, me aconseja que me asesore bien antes de iniciar tamaña empresa. María Teresa Ulldemolins que consulte con mi abogado. Y los de la inmobiliaria, una pareja de alto riesgo, que ellos están encerrados en casa y de salir ni soñarlo. Hablo con la hija, me arregla los papeles. Pero, entonces, pienso en mi amigo y capitán del ejército y lo llamo. Enseguida me devuelve la llamada. Se encuentra en la sede de la ONU, en Quart de Poblet. Pero el lunes, veintitrés lo mandan para Madrid. Aquello es una Morgue. Yo no te aconsejo que salgas de casa. Es peligrosísimo. Hay controles por todas partes. Y las multas son de cuidado.
Así, que no lo hago. Vuelta a empezar. Tengo un apartamento en Vinaròs, con la nevera medio llena,  que en estos momentos no puedo pagar. Ni ir a devolver las llaves, ni recoger mis cosas. Mi familia depende absolutamente de mí. Hay decisiones importantes que tomar. Todos creemos en el futuro.
Y por fin el martes, amanezco sin llorar. Me sumergí, hasta tocar fondo y ahora se trata de nadar hacia arriba para llegar a la superficie y empezar a dar brazadas hasta  volver  a mi epicentro emocional. Reunión telefónica con mi jefa de Departamento. Las estrategias a seguir con el alumnado.
Después es preciso que salga de La Matandeta para ir al banco. Hay una gestión que es imposible realizar vía internet. Desde que volví de Vinaròs no me he movido de aquí, pero no me queda más remedio. El día es grís, ventoso. Me pongo los guantes y un pañuelo que me tapa prácticamente todo el rostro.
Al llegar a Sedaví, el Ángel de la Guarda pone en mi camino a la persona que me puede ayudar en el banco. Ha salido a dar una vuelta y fumarse un pitillo. Me dice que la espere en la puerta. Doy zancadas hasta llegar hasta allí. Me refugio en la zona de cajeros. Llega un joven si protección, tosiendo y maldiciendo. Llega un hombre de mediana edad. Llega Rosa y les dice que esperen todos en la parte de fuera que yo estaba primero.
Soluciono lo del banco. Apenas me cruzo gente en la calle. Una señora muy bajita que pasea dos perros, un coche de la Guardia Civil. La chica que sale del horno con un montón de barras de pan. Compro dos barras en el Don. Lorena me sonríe desde el otro lado de la improvisada mampara que le han puesto para vender. Entro en el talibán y compro champiñones. Bigotis se empeña en que me lleve una caja de fresones para casa, para Rubén. Que no, hombre, que no quiero fresones, solo champiñones.
Cojo el coche y llego a La Matandeta en un pisplás. Madre del Amor Hermoso. Qué bien se está en casa.


El resto de la semana es de mucho trabajo. Yo delante del ordenador con mis alumnos, intentando no perderlos. Helena delante del suyo cerrando la contabilidad. Hablamos con el abogado, con la gestora, con los bancos. Vamos a por el erte. Nos leemos el Real Decreto.  Voy a por el alumnado.
Llega el viernes. No hay manera de entrar en Aules. Paso la mañana trabajando sin conseguir apenas resultados. Yo no envié mis naves a luchar contra los elementos. Llega la tarde. Se rompe el grupo electrógeno con el que nos fabricamos nuestra energía eléctrica. El mecánico no consigue arreglar la avería. No tendremos luz, ni agua, ni wifi, ni teléfono hasta el lunes como mínimo. Pero yo ya estoy en mi epicentro cuando Helena se viene abajo. Menos mal que no nos da a todos al mismo tiempo.
Helena llora  de impotencia y yo la hago reir.
Me pongo el anorak y le anuncio: Me voy. A dónde, madre. A Paris! Sacré bleu! A dar una vuelta por La Matandeta. Solo tenemos siete mil metros. Y consigo distraerla durante un rato... 

ACCIÓN, REACCIÓN

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A Rubén se le ocurrió que si tuviéramos un grupo pequeño, podríamos cargar las baterías y, al menos, tener luz y wifi estos días, aunque no podemos solucionar el problema del agua.
Helena deja de llorar durante un rato y se pone a buscar en Internet, qué establecimientos pueden vender un grupo de 2800 watios. Lo encuentra en Bauhaus, Paterna. Mañana lo tendrán a las diez. Yo saco la tarjeta de crédito.
He amanecido a las ocho con Manuel a mi lado. Rubén y Helena ya hace rato que andan trasteando.
Ha salido el sol. El día promete y todo parece menos huraño. Van a preparar el espacio donde colocaremos el grupo.






Helena barre, el patio, yo la terraza. Quito hierbas, hablo con Rubén, ponte guantes, la mascarilla, haz  fotos de nuestro grupo averiado. Si te preguntan por qué llevas la tarjeta de una mujer, dices que es la de tu suegra que no ha podido venir porque es persona de alto riesgo. Mental, alto riesgo mental, debe pensar Rubén.
Se marcha sobre las diez y media y yo cruzo los dedos. Madre del Amor Hermoso. Que no le pase nada. La autovía va a estar llena de controles.
Helena y Manuel se ocupan del trabajo de Sociales. Manuel tiene que montar una empresa. Y elige una ganadería de toros que no serán sacrificados en el  ruedo. Solo recortadores y toreo portugués.
Madre e hijo están enfrascados y yo barro las terrazas como si no hubiera un mañana. Necesito hacer algo físico.


A este paso, el maestro llamará para decir Helena has sacado un nueve en el trabajo. La mañana es espléndida y Rubén llega con el grupo, sano y salvo. Lo llena de gasolina y me cojo un buen colocón solo del olor. Madre mía, qué mal me encuentro. Después de estar toda la mañana al sol, el olfato lo sigo teniendo perfecto porque la gasolina me ha mareado. Ni que me la hubiera inyectado en vena.
Rubén se pone a la instalación del grupo. Cable por aquí y cable por allá. Nosotras no entendemos de esto, así que seguimos a lo nuestro. Bien! Ya funciona! Viva el capitán América! Podremos recargar las baterías de la casa y tendremos luz en la casa y wifi, unas horas al día. Puedo escribir y me pongo a ello por la tarde.
Solo nos queda el tema del agua. Rubén, cambia el pequeño grupo de lugar. Lo deja junto a la balsa y pone en funcionamiento la bomba.


Tendremos agua para lavarnos las manos, los dientes, asearnos un poco y fregar los cacharros.
Comemos felices y contentos. Un puchero que está de muerte. De postre, helado que se ha deshecho porque las cámaras siguen sin energía eléctrica.
Pasamos la tarde cada uno a lo suyo. Helena duerme, Rubén y Manuel ven la serie Juego de caballeros. Yo leo a Mendicutti y su Mae West y yo, tengo ganas de reirme un rato.
A las seis Helena despierta de su siesta y me encuentra limpiando los cristales. Qué haces, madre. Pues verás, como no he quedado para ir al teatro...
Mientras Rubén prepara el horno moruno para las pizzas que van a cocer para la cena, yo me voy a Paris. Aquí ya hemos acuñado la expresión Irse a Paris, que significa que me voy a dar una vuelta por La Matandeta.

Cenamos pizzas recién salidas del horno, que para algo vivimos en un restaurante. Y el día termina muy pronto. Y  ha sido mejor que el de ayer, aunque peor que el que vendrá mañana. Porque cada día iremos solucionando los problemas que se nos presenten. Iremos uniendo fuerzas y caminaremos juntos como una familia que somos.
Tiempo de confinamiento, pero también de reencontrarnos, de mirar hacia nuestro interior, de replantearnos el mundo y su futuro.
Tiempo de valorar lo fútil y lo realmente necesario.
Tiempo de confinamiento y de contemplación, de serenidad y meditación.
Buenas noches.
Salve y ustedes tengan un buen confinamiento.

EL DOMINGO, AL SOL

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Poco a poco, una adopta la normalidad de lo que está viviendo. Se amolda, se configura y decide disfrutar de lo bueno que ha traído la situación. Lo bueno de lo malo. Como este domingo, tan extraño en nuestras vidas. Normalmente es el día de la semana de más trajín, más trabajo, más gente que pasa por aquí. Muchos de los clientes, ya son amigos. Solamente llevamos veintinueve años.
Hoy al despertar, he visto durmiendo a Manuel a mi lado. No sé siquiera a qué hora subió, no oí sus pasos. Me visto y bajo sobre las ocho a practicar marcha nórdica. Helena lleva ya una hora de ejercicio. Lo bueno de lo malo es que tenemos un día increíble para compartirlo, sin estrés, sin nervios. No pasa ni un solo coche por la carretera. No es habitual este silencio. Solamente la guardia civil en moto que viene a preguntarle al vecino si se trata de una segunda residencia. Anda!


Llaman algunas amigas. En la vida había hablado tanto por teléfono. Hay gente que se ha quedado completamente sola. Esas son las primeras personas a las que envío mensajes, amaneceres. Consigo hacerme seis kilómetros de marcha, increíble, sin salir de La Matandeta. què et pareix Xavier?
Limpio platos, Rubén arregla tuberías. Ahora se nos ha terminado el gas. Qué bien. Cocinaremos a leña, brasas y horno moruno. Así ahorramos.
Llega la hora de la comida. Fideuà Manuel.



Qué suerte tener un gran chef en casa. Aunque, a Dios pongo por testigo, que no engordaré ni medio kilo durante este confinamiento. A pesar de los suculentos platos, de la tranquilidad y el sosiego que pienso tener a partir de ahora mismo. Ni medio kilo!
La sobremesa es corta, Helena se va a dormir, yo a leer. Rubén y Manuel ...



Para que, cuando volvamos todos a la normalidad, La Matandeta esté más aseada, más bonita. Han estado trabajando con la ilusión del que sabe que habrá un futuro. Todos los tendremos. A partir de hoy, a Dios pongo por testigo que no volveré a quejarme. Vivo en un lugar privilegiado con el que poco a poco me voy reconciliando. Tengo una familia, un espacio físico y mental. Tengo amigos que se preocupan por mí y yo por ellos. Tengo un trabajo en Vinaròs... 
A Dios pongo por testigo que siempre voy a ver lo bueno de lo malo.
Salve y ustedes lo pasen bien. 

VIERNES DE DOLORES

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Por fin viernes. A las cinco de la tarde. Llevo desde la ocho y media delante  del ordenador. Media  hora  para comer. Esta  semana le he vuelto a  dar cincuenta vueltas a  la  plaza de Vinaròs, con un poco más de rendimiento. Muchas horas y me  da la  sensación de que los resultados no acompañan. Hay alumnado que ha desaparecido. Si ya les costaba hacer alguna cosa  en clase, ahora deben campar a  sus  anchas.


Puedo dar fe del esfuerzo que está  haciendo el sector de la enseñanza en estos días. Desde  sus casas, sus ordenadores personales, su teléfono y su  responsabilidad. Un esfuerzo callado y constante, como una  gota malaya. Poniendo deberes, aprendiendo TIC's a marchas forzadas, corrigiendo, dando explicaciones. Porque las clases On line, quedan para los de bachiller, la Universidad. Pero, hay muchos hogares sin internet, con un solo ordenador  o sin ninguno. Niños recibiendo deberes por  el móvil. Dicen que la  consellería va a  repartir  tablets, ya ...
La otra noche, una compañera del Leo, subió una foto con la  metáfora  del Titanic. La humanidad se hunde, y nosotros, los maestros, como los músicos del Titanic, seguimos tocando la partitura de la enseñanza, poniendo deberes, corrigiendo, adelantando temario, repasando lo dado. 
No sé si  son ellos  los que nos necesitan, o nosotros, que no queremos perder  sus  risas, sus ganas de  vivir, su alegría. 
La humanidad, no volverá a ser igual. Pero nosotros seguimos poniendo los mismos deberes.
Salve y ustedes disfruten de esa  tarde de viernes de Dolores.




TIEMPO SUSPENDIDO

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                                                        El tiempo físico nos es extraño, mientras el tiempo interior es
                                                         nosotros mismos.

                                                                                 Alexis Carrel


                                                  No quiero confundir a Dios con Dios.
                                                  Por eso ya no uso sombrero, 
                                                  busco ojos en los ojos de la  gente
                                                  y me pregunto qué es 
                                                  lo que nos deja despertar,
                                                  mientras estoy aquí,
                                                  entre paréntesis,
                                                  y sospecho que todo es un paréntesis

    
                                                                         Poesía vertical
                                                                     Roberto Juarroz







 María Asunción Mateo envía un poema de  Rafael Alberti:

                                        Que se abran ya todas las flores,
                                        y que revele  el poeta,
                                        libre y al fin sin temores,
                                        hasta  la flor más secreta
                                        de sus  campos interiores.

                                        Se abran ya todas las flores.

                                         Se abran ya todas las flores
                                         y canten por los jardines, 
                                         enguirnaldados y fieles,
                                         los más opuestos colores:
                                         el blanco de los jazmines
                                         y el rojo de los claveles.
                                         Se abran ya todas las flores.

                                          Se abran ya todas las flores, 

                                         y una múltiple armonía
                                         enlace por las corrientes
                                         de los arroyos mejores,
                                         en un alto mediodía,
                                         la voz de todas las fuentes.
                                         Se abran ya todas las flores.
           

Escribo a Luz Sánchez para saber cómo se encuentran ella y su marido y me contesta con una cita de Eric Maria Remarque El hombre se adapta a todo.  Me cuenta que ella tuvo que afrontar  una situación mucho más trágica, el bloqueo de Leningrado y la sobrevivieron. Por último, me recomienda un libro El jardín de invierno, de Kristin Hannan.
Pero a nosotros nos llegaron los Idus de Marzo, y a pesar de ser días de buen augurio, como Julio César, tampoco supimos protegernos de ellos. Y de pronto entramos en la  era de las emociones congeladas. Tengo la suerte de no haber perdido, en estos momentos, a nadie de mi familia, ni a ninguno de  mis amigos. Mis amigas están bien. Hablo con ellas todos los días. Las de aquí y las del extranjero. Y decido aprovechar este tiempo suspendido...
Menuda estupidez haber llorado los  últimos  dos años por alguien que me traicionó y me abandonó. Menuda  estupidez sufrir por lo que nos  deparará el futuro, si tal  vez  mañana estaré muerta.
No hay más que presente, este presente suspendido. Llamo a Joan Roig y nos pasamos  media hora hablando. Nos reímos de  los absurdo de la absurdidad de esta situación. Los cubanos han cerrado sus fronteras. No se morirán por el corona virus, pero se morirán de hambre, aunque a esto último están más acostumbrados. Tanto muerto en EE.UU. y Donald Trump, sin mascarilla ni guantes y vivito y coleando. No habrá por ahí algún virus perdido...  Bolsonaro en Brasil, dijo la  semana  pasada que a un brasileño lo tiran a  una  alcantarilla y sale más fuerte. El de México, Andrés Manuel López Obrador, al principio, recomendaba como amuleto contra la pandemia una estampita de la  Virgen de Guadalupe. El de  Bielorrusia, Alexander Lukashenko sigue jugando al hockey y diciendo a la  reportera española de la 1 de TV que más vale morir de  pie, que vivir de rodillas...



Corrijo deberes, hablo con el alumnado, les envío amaneceres y canciones en francés. Les prometo a los de 2ESO 2LE que el primer día de clase les llevaré cinco kilos de chocolate. Practico  marcha nórdica, diez kilómetros cada día por el perímetro interior de La Matandeta. Leo libros. Comparto un tiempo precioso con mi familia, después de seis meses yendo y viniendo de Vinaròs, sin apenas poder estar tranquilamente  con ellos. Y la convivencia es fácil, lejos de los  problemas del trabajo.


Remigio Oltra me envía un artículo de El País de Javier Sampedro, titulado Contra el optimismo. Señala que la tres  grandes  pandemias del siglo XX no cambiaron  el mundo ni la doctrina económica. Para el autor, la actual tampoco lo hará.
Puede  que  esta  pandemia  no cambie a la humanidad, pero a mí lo está haciendo y a las tres  personas  que conviven  conmigo.
Carlos Chungata se ha quedado solo en Valencia, en su piso compartido. Le sugiero que a la  próxima se instale en La  Matandeta y saldremos ganando los dos con nuestra  conversación. Chungata, dentro de  diez años, será  un escritor famoso. Lo vaticino.
Se muere Luis  Eduardo Aute y Sergio Moreno, para  que me consuele, me  regala un  verso de Roberto Juarroz Hay pocas muertes enteras.
Y despedimos, mis amistades  y yo a Aute como se merece. Al alba y con su canción.


Qué paz, qué tranquilidad se respira  aquí, por primera  vez  en treinta años. Creo que le  estoy encontrando  gusto a este paréntesis  de tiempo suspendido.

CARTAS VIRTUALES

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Querida María Dolores:

El otro día, en el super, vi a tu amiga María, guardando la distancia de seguridad  con la mascarilla y los  guantes. Le dije que te acordabas de cuando os sentabais juntas en el colegio. Sonriendo me contestó que te  admiraba, te quería y sentía respeto por todo lo que has conseguido hacer, pero que estaba segura de que tú lo sabías.
Me pareció un poco triste, afectada por tantos enfermos y personas muertas. Tú la conoces mejor que yo, tiene vocación de servir y es sanitaria.
Se despidió con unos versos de Joaquín Sabina:

                                "Quién me ha robado el mes de  abril,
                                 cómo pudo sucederme a mí?
                                 Lo guardaba en el cajón,
                                 donde guardo el corazón"

Me alegro mucho de que, por fin, tu atribulada alma, después de dos años, empiece a encontrar la paz.
      Abrazos virtuales para todos.   

                                                       Blue Eyes.



Querida Blue Eyes:

Qué casualidad. La vida está llena de casualidades, aunque, te digo la verdad, yo creo que la casualidad no existe, siempre hay algo o alguien que la provoca.
Volviendo al principio. la canción  de Sabina, la envié por watshap a mis amistades junto con el amanecer, el sábado por la mañana. Pero me dejé a María, como me dejo a tantos otros, porque los voy saludando aleatoriamente. Así y todo, me paso una hora con el asunto, cada  día de este confinamiento. Qué casualidad porque ese día María no tuvo mi amanecer, ni mi canción. Y tú me la remites, ahora, como si telepáticamente hubieras recibido mi mensaje.
Quién me ha robado el mes  de abril, desde el punto de vista de la retórica literaria, es un Ubi sunt, (ubi sunt qui ante nos in hoc mundo fuere? Dónde están o qué fue de quienes vivieron antes que nosotros?). Este tópico literario se utilizó mucho durante el barroco español. El imperio había hecho aguas por todas partes y los poetas se dedicaron a cantar las añoranzas de lo que un día fuimos y dejamos de ser. Recuerda, por ejemplo el poema A las ruinas de Italica, de Rodrigo Caro: Estos, Fabio, ¡ay, dolor! que ves ahora/ campos de soledad/mustio collado/ fueron un tiempo Itálica famosa.

Joaquín Sabina, incombustible, va a por más - Cadena Dial

Sabina, que es un hombre muy culto y un gran conocedor de los clásicos españoles, nos regaló en esta canción un Ubi sunt. Una preciosa canción que viene como anillo al dedo a estos momentos que estamos viviendo y los que vendrán, además de encontrarnos en este mes, sin que podamos salir de casa a disfrutarlo.
Me imagino a María, muy preocupada por sus padres, tan mayores, consternada por la situación y con ganas de salir corriendo a ayudar al mundo entero. Pero dile que se calme. Cada uno tenemos que hacer lo que debemos de hacer. Yo, dar clases, atender a mi alumnado y ayudarlos a seguir motivados. Y lo hago echando al tarro toda la imaginación de que soy capaz.
También tengo una familia por la que pelear, una vez más. A medida que me hago mayor, soy más consciente  del  valor de la familia, como lo soy de los amigos. Cuesta mucho crear, construir una familia y mucho más mantenerla unida.
Y sí, mi atribulada alma, como tú bien dices, estos días empieza a encontrarse en paz consigo misma. Me ha costado mucho llegar hasta aquí y María bien lo sabe.
Por favor, tú que la tienes cerca, abrázala de mi parte. Y dile al oído que, una vez más hemos escrito las mejores redacciones de la clase.
Un beso, Blue Eyes. Por favor, cuídate mucho.


                                                                 María Dolores.







SEMILLAS

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                                                                                  Todas las familias felices se parecen.
                                                                                  Las desgraciadas lo son cada una a
                                                                                  su manera.

                                                                                              Anna Karenina
                                                                                                  León Tolstoi



Manuel ha descubierto a sus padres con este confinamiento. Y sus padres se han apercibido de ese crío que llegó con un día de  vida a La Matandeta, directo del hospital donde la noche antes Helena lo había  alumbrado y al que tuvimos que criar entre  toda la familia.
Unos padres  jovencísimos y asustados por la que se les venía encima. Unos abuelos en plena forma y con ganas de disfrutarlo. Una familia de cinco bajo el mismo techo. Un techo que además de hogar  es  el lugar de trabajo. Los problemas laborales suben a la intimidad y la intimidad es un escaparate que puede contemplar todo el mundo. Cuando empezó a hablar, Manuel me llamaba mamá, imitando a su madre. Después mamá-aia. Soy l'aia.
Manuel no sabe qué es un fin de semana sin sus padres trabajando. Hasta ahora. O hacer un viaje familiar con ellos. Hasta enero. Así y todo, ha tenido mucha más suerte que su madre, que vino con siete  años a La Matandeta y empezó a  reclamar una familia normal, como la que tenía antes de abrir el restaurante:  La que cuando va al hipermercado mete poco en el carro, los domingos no trabaja y pasea el perro. Manuel no puede reclamar una familia normal porque no ha conocido otra. Sus padres siempre están  muy ocupados los  fines de  semana. Y cuanto más fiesta, más trabajo.


Así que los abuelos, ya en segunda línea  en el frente de La Matandeta, suplimos las carencias de unos padres trabajando. Hizo viajes con nosotros a Francia, fines de semana de excursión, veranos en la Vall d'Ebo. Y tuvo un soporte emocional que supimos darle entre todos.
Cuando llegó la separación y el abuelo se marchó definitivamente y además lejos, hubo que reinventar el tiempo y el espacio. Un niño que se pasa el verano vestido de futbolista, cambiando de equipaje en equipaje, ¿qué querrá hacer? No es muy difícil adivinarlo. Pues jugar al fútbol.
El deporte rey ha servido para que Manuel tenga una ilusión no solo los fines de semana, sino para que el  entrene le sirva de disciplina y socialización. A pesar de que sus padres no pueden ir a sus partidos, está conforme porque sabe lo que están haciendo. Hay toda una cadena solidaria de otros padres que lo llevan y lo traen a los partidos.
La primera  Semana Santa, los dos solos, dándo vueltas por Oropesa. Hasta que invitamos a Carlos  Chungata a conocer la provincia de Castellón. La compañía que me hicieron, cómo me cuidaron todo el tiempo.




Una tarde mayo, sábado, le dije, sabes que hay una ciudad junto al mar igual que Nueva York y me contestó con un ¡es mentira! ¿Te apuestas una cena en Calpe? Le espeté. Y para allá que nos fuimos los dos. No olvidaré nunca la  expresión de su cara al ver los rascacielos de Benidorm frente al azul marino. Claro, la cena de Calpe la pagué yo.



Las últimas vacaciones de Pascua, la única condición que puse a mi compañero de viaje para recorrer en coche cuatro mil kilómetros por Marruecos, fue que Manuel tenía que venir  con nosotros. Porque si no, iba a quedarse doce días  sin salir de  La Matandeta.
Fue todo un descubrimiento para  él. Y se portó como un campeón. Tenemos expresiones de aquel viaje que nos hacen reir: Jabdulila! Geoda auténtica! Papel higiénico auténtico! Geoda de 130.000 años! Vaqueros de 40 años, los primeros que salieron!




Y llegó el verano. Y la invitación de Roberta Barbuscia de ir a Sicilia y compartir unas vacaciones con su familia. Y yo volví a poner la condición  de que iría pero con mio nipote. Aquella noche y el paseo por la Valle dei Tempii, lo que nos reímos las cuatro  con él. Tengo hambre, tengo sed, tengo sueño. Mientras Guido pensaba que pasábamos la tarde tranquilamente en la playa, nosotras atravesamos en coche  doscientos kilómetros hasta llegar  primero a la casa de Pirandello y  después a Agrigento. ¡Estáis locas! Sentenció el pater familias, para regocijo de Manuel. Dijo locas, por tanto no me incluyó a mí.
De aquel viaje, también conservamos una expresión: ¡Como no hay iglesias en Palermo!




Un fin de semana, volví de Vinaròs y, de repente, el niño había desaparecido. Hay un chaval en La Matandeta que responde al nombre de Manuel, tan alto como su madre.  Manuel se ha encontrado con que el horror de una pandemia, le ha devuelto a él y a sus padres  un tiempo precioso, lejos de los problemas del trabajo, el stress de los fines de semana, las facturas de los proveedores o los números rojos del banco.
Mientras el pánico se apodera de muchas vidas, destroza familias y lleva a los países al límite, a Manuel le ha alcanzado lo bueno de lo malo. Tener a sus  padres plenamente consigo. Como una familia normal. Ayer por la tarde, plantaron semillas de hierbas aromáticas, de flores. Trabajaron en la jardinera que destrozó el Gloria, jugaron al fútbol, vieron la TV juntos. Todas esas cosas que la mayor parte de las familias comparten habitualmente y que en la vida de Manuel tienen otro cariz.
Es la  primera vez en su vida que estamos tanto tiempo con él, a pleno rendimiento, se maravilla Helena.
Sí, bienvenido sea lo bueno de lo malo.









EL LENGUAJE DE LAS AZOTEAS (I)

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                                                                   La muerte nos roza a  veces los cabellos,
                                                                   nos despeina y no entra.
                                                                   ¿La detendrá quizás algún gran pensamiento?
                                                                   ¿O acaso pensamos algo mayor que el 
                                                                    pensamiento mismo?

                                                                                         Poesía vertical
                                                                                        Roberto Juarroz



                                                               Con su sola  presencia aligeraba la pesadumbre 
                                                               de vivir ... Que la luna pueda salir sin ti  ...
                                                             
                                                                                        V. S.T.



Han pasado ya tantos días de confinamiento, de soledad entre sesenta metros cuadrados, que al decimoquinto día me atreví a pedirle las llaves al presidente de la finca para subir al terrado a respirar, a dar vueltas en soledad y, por supuesto, a sentir la primavera en el rostro e imaginarme la brisa del mar en Xabia. Pero son las formas de la Ciudad de las Ciencias las que me devuelven el reflejo. 
Aquí no estoy sola porque hay otras azoteas habitadas de paseantes solitarios como yo. De pronto la gente ha descubierto un nuevo mundo, a través de ellas. Enfrente de la mía, una  chica lee un libro en topless. Me saluda con una  mano mientras con la otra se quita las gafas de sol. Hola, qué buen día, verdad. Le contesto con una inclinación de cabeza. A su, lado, su novio o su marido, duerme boca abajo, mientras con la mano derecha  la ciñe por  la cintura. Han improvisado la metáfora de la playa en su terraza.
En la finca de al lado, tres niños juegan a  la  pelota. Y se hacen gestos con las manos, como si de verdad estuvieran en un campo de fútbol, disputando un partido. Su abuela tricota sentada en una mecedora y de vez  en cuando, levanta la vista de la labor y les dice que se estén quietos. Pero cómo van a estar quietos, ángeles míos, si son carne creciendo.
Más allá, de la finca de la chica en topless he visto asomado a la barandilla del balcón de su casa, al hombre del sombrero que siempre me cruzo al entrar en la panadería. Cuando yo llego, sobre las nueve, él sale. Levanta ligeramente el panamá de su cabeza y me saluda con un gesto de los ojos. Acaba de hacer lo mismo, al darse cuenta de que estoy aquí.
Pero no tengo ganas de hablar  con nadie. Quiero verlos sin preguntar, inquirir qué tal lo llevan. Hoy he decidido que tú y  yo estaremos solos en este  confinamiento.
De pronto, me  han entrado unas ganas enormes de recuperar nuestra  intimidad, de vivirla como si no fuera  verdad que  hace un año  que te  has  marchado. A pesar del lenguaje que ahora mismo me están hablando las azoteas, ya es hora de que  recuperemos el nuestro ...


Valencia, sus azoteas

EL LENGUAJE DE LAS AZOTEAS (II)

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He dormido mal esta noche. Me ha vuelto ese inveterado dolor de cervicales. De madrugada, he tirado la almohada al suelo y he conseguido conciliar el sueño. Pero, he soñado contigo. Era Semana Santa, qué casualidad, estábamos en el chalet de Xabia, yo corregía exámenes y maldecía por dentro tanta ignorancia. Te has acercado por detrás, me has acariciado  la nuca, me has mordido el lóbulo derecho y has susurrado vamos, déjalo, la barbacoa nos está esperando.
A las ocho, me he preparado un café muy cargado, he puesto a Dizzy Gillespie y me he estirado en el sofá a leer. Sobre las nueve, el bebé de la vecina a roto en llantos. Se escucha todo tras estas paredes de papel. Creo que serían las doce, lo digo por los rayos de sol que  se  colaban en vertical y reflejaban en la pantalla del televisor, cuando he subido a la azotea.
La chica que ayer tomaba el sol en topless, hoy regaba las plantas y ha vuelto a saludarme con la mano. Viven en un precioso ático. Su novio o su marido estaba tumbado frente al  televisor viendo un documental sobre el desierto. En el balcón del caballero del panamá no había nadie, pero sonaba la Quinta de Beethoven a todo volumen.
Los niños futbolistas no estaban, sin embargo, el Pato Donald emitía  gruñidos desde algún apartamento.
En la calle, frente a la panadería, un policía local hablaba con un señor muy mayor. Se oía perfectamente la conversación. ¿Pero todos los días necesita usted comprar una barra de pan?¿ No puede hacerlo una vez a la semana?¿Vive solo? Usted es persona de alto riesgo. Vale, vale, de acuerdo. Vaya a su casa y enciérrese como todo el mundo.
La azotea se ha convertido estos días en mi ventana indiscreta. Una ventana que me distrae de la vida escayolada que llevo, que llevamos todos.
Pero, prefiero seguir hablando contigo. 


La primera vez que te vi fue en Cheste, en el año 69 del siglo pasado. Madre mía, el siglo pasado, cómo suena eso y en qué viejos nos convierte. Yo había acabado la carrera en junio, Filosofía y Letras, rama de Historia. Tú llegabas de Madrid donde habías sido jefe de estudios en un colegio mayor. Luis Illueca, rector de la Universidad Laboral te había hecho una oferta para que te incorporaras a su equipo. A mí me entrevistaron el vicerrector educativo y la jefa de estudios. Leyeron  mi curriculum, escucharon mis ideas sobre educación y me aceptaron. Nos dieron un curso de preparación para la docencia a todos los  recién llegados. Nos formaron para algo que sería diferente, una manera de enseñar distinta. Cuando llegué, tú ya estabas allí, pero mis ojos tardaron en verte.
Aquel año se matricularon dos mil quinientos alumnos, la mitad de los que lo harían el curso siguiente.
A los profesores nos distribuyeron por diferentes edificios, divididos en plantas y en colegios. Cada planta tenía Aulas-Materia. El Aula de Geografía era la 3, la de Lengua y Literatura, la 2. Mira por dónde, empezamos por ser profesores vecinos. Aquel compañero de barba prieta, ocho años mayor que yo me imponía. Qué hombre más serio. Buenos días, hola y adiós.
Formamos un grupo de maestros muy jóvenes, muy lanzados, divertidos y contestatarios. De izquierdas en los últimos coletazos de la dictadura. A Franco todavía le quedaban seis años.
Así empezamos a relacionarnos, como colegas, compañeros. Yo tenía otros planes de vida para  el futuro. Estaba viviendo mi primer y apasionado amor. El año siguiente, cuando terminara el curso, me casaría por poderes y me iría a vivir a Bogotá con el oftalmólogo que  se convertiría así en mi marido.
Uf! Cómo pega ahora el sol. Pero si son las cuatro de la tarde y todavía no he comido. Y es ponerme a pensar, a hablar contigo y no controlo la fugacidad  del tiempo.
Vamos a tomar algo.

EL LENGUAJE DE LAS AZOTEAS III

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                                                                     Si alguna vez la vida te maltrata,
                                                                     acuérdate de mí,
                                                                     que no puede cansarse  de esperar,
                                                                     aquel que no se cansa  de  mirarte.

                                                                                       Luis García Montero


Hubo luna llena esta noche. La primera  luna llena después del equinoccio de primavera. Semana Santa. A estas horas, ya estaríamos instalados en nuestro chaletito de Xabia, junto a la playa del Segon Muntanyar, hacia el sur de  la playa  del Arenal.
Una playa espaciosa y abierta por cuyas escaleras tú habrías bajado al amanecer para echar unas brazadas, mientras yo preparaba el desayuno para  tomarlo en  la  terraza.
Esta luna llena de abril me recordaba a la de Xabia, columpiándose entre los pinos. A las dos  de la  madrugada subí a  la azotea. No se veían muchas luces encendidas. Nadie estudia, nadie está insomne. No me  puedo columpiar  en las historias que  las lucecitas encendidas en los pisos me sugieren. Así que  lo haré en la  nuestra. En cómo se fraguó nuestra historia de amor y vida ...


Gabriel era murciano, como yo. Nos habíamos conocido en casa de mi tía Blanca, ¿la recuerdas? Tan frágil, tan menuda y tan parecida a su nombre. Celebrábamos su cuarenta cumpleaños y ella había invitado, además de la familia más allegada, a sus amistades del barrio. Entre ellas, Gabriel, sus padres y sus hermanos. Fue un flechazo. Enseguida nos  hicimos novios. Yo tenía dieciocho años. No fue solo mi primer amor, sino el hombre con el que descubrí  el sexo. La  pasión  que mi cuerpo era  capaz de dar y recibir.
El primo murciano, como lo empezó a calificar mi familia, había terminado Medicina y empezaba la especialidad de  Oftalmología. Era un médico de vocación. Consiguió una beca para estudiar en Colombia un año y después tenía  previsto instalarse  allí, seguir estudiando. Cuatro años después de conocernos, habíamos planeado que nos casaríamos  por poderes y yo me iría con él. En Bogotá estaría  nuestro primer  hogar. Yo lo adoraba. Pero además, sucedió aquello...
Gabriel había descubierto en mi cuarto año de carrera la enfermedad que padecían mis ojos: un glaucoma cortisónico elevadísimo, en los dos ojos, que me hubiera dejado ciega en menos de un año.
Cuatro operaciones seguidas en la Clínica Barraquer. Estuve allí tanto tiempo que me hice muy amiga del doctor Barraquer. Era la más joven de sus pacientes. Lo mío fue un caso muy importante y él lo explicaba a sus alumnos y colegas. D. Joaquín me invitó una noche a cenar a su casa y escuchamos una sinfonía de Dvorak. La del Nuevo Mundo. Consiguió frenar mi enfermedad su valía y el gran esfuerzo económico que llevaron a cabo mis padres. 
Pero terminé la carrera. Y a pesar de nuestros planes en común, fuí a trabajar a Cheste aquel curso, que cambiaría también el curso de mi vida porque llegó el arrebato.
Sí, el arrebato que fue conocerte. Hoy estoy cansada, he trasnochado demasiado. Ya hablamos en otro momento.

EL LENGUAJE DE LAS AZOTEAS IV

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                                                                                         El pasado no sólo no es fugaz,
                                                                                         es que no se mueve de sitio.
                                                                                                  
                                                                                                      Marcel Proust.




Qué bien he dormido. Llevo instalada desde las diez en una hamaca que he subido a la azotea. Un par de libros: La caverna, de Saramago y Paris, no se acaba nunca, de Vila-Matas. Así viajaré otra vez contigo a esa ciudad a la que tanto nos gustaba escaparnos, cuando los niños y la economía nos lo permitían. Y cuando tu primo Pepe, alto funcionario de la ONU destinado allí, nos prestaba su apartamento del Quai d'Orsay. A recorrer librerías de segunda mano, escuchar jazz en las caves del Quartier Latin y pasear sin rumbo por la isla de San Luis ¿Te acuerdas aquella vez que comímos en la Brasserie des Lilas y en la mesa de al lado lo hacían Sartre, Simone de Beauvoir y Claude Launzman? Qué momento más emocionante. Para los dos, sobre  todo para ti, profesor de Literatura. Fue como vivir un pasaje de historia en nuestras vidas. Fetichistas que éramos. 
También me he traído unas hojas de papel en blanco, bolígrafos de colores y el sombrero negro de ancha visera comprado el último verano que pasamos en Xabia. La hamaca, de playa, es de color verde fosfo y combina muy bien con el negro del sombrero y mi ropa: Unos pantalones  ajustados y un suéter de cuello alto, también negros. Pero qué coqueta sigo siendo. A mi manera, porque la verdad nunca gasté mucho en atuendos, pero soy muy apañada para combinarlos. Y como tú siempre decías  hay que ver, la báscula tiene una pacto de vida contigo. Setenta y tres años, cariño y sigo usando la misma talla que a los dieciocho.
Mira, se acaba de asomar el señor del panamá al balcón. Lleva un café en la mano derecha y ha salido sin el sombrero. Con la mano izquierda me saluda y me ofrece su taza. Gracias. En su casa, suena  la 9 de Beethoven. La sinfonía está terminando. Pronto llegará  la Coral, ese símbolo de alegría y libertad, que ha tomado Europa como himno.
Europa. A ver cómo nos saca de esta. Solo bajo a por los periódicos los domingos. Compro cuatro y los voy leyendo durante toda la semana. No me dejo ningún artículo de opinión. Así contrasto. Dos informativos al día, y no quiero más noticias. Al principio me mareaba tanta información. He cortado por lo sano.
Acaba de salir a la terraza la chica del ático. Es rubia, de cabellos largos y cuerpo flexible. Me ha dado los buenos días y se ha estirado sobre la alfombrilla que llevaba debajo de un brazo. Empieza su tabla de ejercicios diarios.


¿Por dónde empezamos hoy, amor? Qué mal lo hice con Gabriel. Nunca me lo he perdonado. No me atreví a decirle que apareciste en mi vida y fue como asomarme al abismo. Un arrebato del que no quise escapar.
Pero volvamos a la universidad. La dictadura hacía aguas por todas partes. Yo, una chica de buena familia, católica y de derechas, educada en un colegio de monjas, me matriculé en la Facultad de Filosofía y Letras, una olla en plena ebullición. Las protestas estudiantiles se sucedían día sí, día no. Y ahí el franquismo demostró la prueba de su fracaso cultural e ideológico. 
1965, mi segundo año de carrera, la disolución del SEU, gracias a las movilizaciones universitarias y el apoyo de catedráticos como José Luis López Aranguren, Enrique Tierno Galván, Agustín García Calvo, expedientados por acudir a   aquella  manifestación en Madrid del 24 de febrero. Cómo corriste aquel día  delante de los  grises, no te cansabas de contármelo. Estudiabas tu carrera allí y andabas movilizado. 
Aquí, en Valencia, también. Todos los días ocurría algo. Una manifestación, un cóctel Molotov, una pancarta en la fachada de la Facultad, que algunos  habían colgado durante la noche. Y yo, una chica mal de casa bien, siempre metida en todos los fregados.
Mi padre era un hombre muy religioso y por supuesto  apoyaba a Franco. Pero al mismo tiempo, siempre fue respetuoso conmigo y mis ideas. En una de aquellas movidas, nos encerramos durante una  semana en la Facultad, con  Raimon. Al Vent. Recuerdo que mi padre vino a verme y nos saludamos a través de la rejas del primer piso: ¿Estás bien, hija? ¿Necesitas algo? Nunca me recriminó nada, nunca se opuso a la manera de vivir que yo, que nosotros iríamos eligiendo.


El concierto de Raimon en mayo de 1968 - elmundo.es | Fotografía


Años contundentes en nuestras vidas, que marcarían un nuevo futuro a este país, lo sacarían de la grisura y del apocamiento, de la falta de perspectivas, de la cultura plana que nos habían  inyectado y del aislamiento, social, cultural, humano. Y nosotros, estuvimos allí.
Pero quería hablarte de  Gabriel y, ahora mismo, te traiciono con Saramago.

EL LENGUAJE DE LAS AZOTEAS V

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                                                                       Buena verdad es que ni la juventud
                                                                       sabe lo que puede, 
                                                                       ni la vejez puede lo que sabe.

                                                                                     La caverna
                                                                                  José Saramago
                                                                                    

 Domingo de Pascua. He hablado con Mirta, los  niños están bien y Juan, su marido, en el Clínico trabajando. Hace días que  no lo ve. Quizás semanas. Yo sé que no me cuenta toda  la verdad para que no me preocupe y me insiste en  que  vaya  al mercado de Russafa, que me alimente bien y que, al menos camine hasta allí. Ida y vuelta. Que con la  azotea no es suficiente. Yo no soy persona de alto  riesgo. Bueno, soy hipertensa, pero estoy fuerte. Setenta y  tres años bien llevados. Siempre me he cuidado. Me encanta bailar. Lo hago todos los días. Ya estoy aquí otra vez. Sentada en mi hamaca fosfo contemplando el paisaje de las azoteas y de  los vecinos que se asoman  a ellas. 
El caballero del panamá hoy me  ha preguntado qué tal me encuentro, cómo lo llevo. Bien, bien. Cuando todo termine quedaremos para  tomar café o lo que sea. Me ha propuesto. He sonreído y asentido con la cabeza. 
La chica del ático se llama  Mónica y su  marido, porque es su marido, Pascual. Es muy agradable. Me ha contado que se casaron hace un año y querían tener pronto niños. Pero que  con el  panorama actual, mejor  van a esperar.
Me gusta la novela de Saramago. Muy apropiada para el momento  que  vivimos. Un alfarero, cuyo mundo  se extingue, un centro comercial que crece y amplifica nuevas formas de vida. Y una conclusión: No cambiaremos de vida si no cambiamos la vida.

            CONTROLES DE VISIÓN EN LAS ESCUELAS LOMENSES – Noticias Lomas                    

Ayer íbamos a hablar de Gabriel. Qué mal lo hice. Todavía  no me he perdonado.  Cuando terminara  aquel  primer curso, nos casábamos  por poderes en otoño y yo me iría a vivir con él a Bogotá. Gabriel preparaba su tesis doctoral con el hermano del Dr. Barraquer. Yo escribiría mi tesina, dirigida  por D. Joan Rotglà, sobre Desarrollo en América Latina. Pero llegó el mes de abril y aquellas meriendas, los guateques  en casa  de tus  amigos y tus amigas que  me dicen que has roto  con tu novia, que bebes  los vientos por mí. Y yo, como siempre, sin enterarme de nada.
Quince de mayo, mi cumpleaños y un gran ramo de  camelias que me  trajiste. Como para  que siguiera  sin enterarme de nada.
Esa misma tarde, la de mi cumpleaños, Gabriel me llamaba desde Colombia para ultimar detalles de la boda. Y yo, balbuceando va y le digo que no estoy segura, que  no sé si estoy preparada para casarme, para irme tan lejos... Había que esperar, no me atrevía a afrontar la verdad de que cada vez estaba más cerca del abismo. Que mejor lo dejábamos todo en suspenso y ya veríamos.
En agosto, me saqué un billete en el  SEU para irme a  Londres con Ana Rubio, amiga y periodista. Nos buscamos una residencia de estudiantes. Así que te enteras y me sueltas que tú también tienes billete para el mismo vuelo, que vas a ver a tu hermano Juan, militante del PCE y exiliado.
Al llegar a Heathrow diluviaba y tu hermano nos invitó a quedarnos en su piso,sito en una callejuela a pocos metros de Oxford Street, muy cerca de Marble Arch. Todo el mes de agosto te llevamos detrás, te llevé detrás de mí. A Cambridge, a Oxford. Cómo nos reímos y cómo discutíamos de todo y por todo.
Dejé de escribir a Gabriel. Y cuando llegó la Navidad le dije a mi madre que en abril me casaba con un chico que ella no conocía de nada.
Fue el arrebato, como dicen los amigos de entonces que desde que te fuiste no han dejado de acompañarme, de visitarme, de revivir.
Nunca le dije a Gabriel que me casaba con otro. Al cabo de veinte años, volví a tener problemas de visión. Necesitaba una medicina que no se encontraba en España y le pregunté si me la podía conseguir. Me contestó con una carta muy escueta indicándome dónde la podía conseguir. Tiempo después  supe que  tardó mucho en casarse. Diez o doce años. Tuvo hijos y una niña se le murió con doce años. Le escribí dándole mi pésame. Me contestó con cariño y yo entendí que me había perdonado.
El verano pasado, fui a Murcia al entierro de mi  tía Blanca. Llegué tarde a la iglesia, con el funeral iniciado y mira por dónde me senté a su lado. A la salida, hablamos un momento y tomamos algo en una  pastelería cercana. Al día siguiente me envió unos pasteles de carne, típicos de la ciudad, que me gustan mucho. Con una nota y una frase de una canción popular colombiana que habla del amor verdadero que ni se aleja, ni se olvida.
Gabriel es muy conservador, muy religioso y está felizmente casado. Pero es  curiosa la vida y los cruces que nos va dando. A él y a Barraquer les debo haber disfrutado durante tantos años del la visión del mundo. Bueno, lo importante es que con el tiempo, me ha perdonado.
                                

EL LENGUAJE DE LAS AZOTEAS y VI

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                                                                             Puro engaño de inocentes y desprevenidos, 
                                                                             el principio es un proceso lentísimo, demorado,
                                                                             que exige tiempo y paciencia para percibir en 
                                                                             qué dirección quiere ir, que tantea el camino como
                                                                             un ciego, el principio es solo el principio, lo hecho
                                                                             vale tanto como nada.

                                                                                                  La caverna
                                                                                               José Saramago



                                      Sólo te queda resistir, no ser como aquellos que, a medida que la intensidad
                                      de su imaginación juvenil va decayendo, se acomodan a la realidad y se 
                                      angustian el resto de su vida. Sólo te queda tratar de ser de los más obstina-
                                      dos, mantener la fe en la imaginación durante más tiempo que otros. Madu-
                                      rar con obstinación y resistencia: madurar, por ejemplo, dictando una con-
                                      ferencia de tres días sobre la ironía de no haber conocido de joven la iro--
                                      nía. Y después envejecer, envejecer mucho y mandar al diablo la ironía, 
                                       pero aferrándote patéticamente  a ella para  no quedarte  sin nada y ser el
                                      blanco espeluznante de la ironía de los otros.

                                                                          París no se acaba nunca
                                                                            Enrique Vila-Matas




                                                A Victoria Sancho-Tello, por su generosidad en estos días de 
                                                pandemia.






Nos casamos un Viernes de Dolores en la  ermita del pantano de Benagéber. Era  el  año 71. La ermita estaba medio en  ruinas, pues no la  restaurarían hasta cuatro años después. Aquella  boda  por  la  iglesia fue una concesión a mis padres, católicos recalcitrantes. Además mi padre había terminado  el proyecto de  aquel pantano... Como ramo, llevé una vara de  almendro en flor, que una tía tuya acababa de  cortar. Dijo que una novia no podía  ir sin flores al altar. Nos casaron los tres curas más progres del  momento. Y hubo comida y fiesta y una alegría inmensa de comenzar nuestra vida en común. Y luna de miel  en  los Pirineos.
Ya vez, cincuenta años hubiéramos celebrado estos días... Fue una revisión rutinaria  en  La Fe. Te encontrabas  perfectamente. Llevábamos bastantes  años  jubilados, nos habíamos  reinventado, como tantas  veces. Qué  sería del amor sin la imaginación. 
Nos  dieron el diagnóstico a  los dos  juntos, cogidos de la mano. No te asustaste. Dijiste a luchar de nuevo. Cinco años duró la lucha. 
Ahora, amor, la gente de tu edad, de la mía, se está  muriendo. No aquí en  Valencia, ni en  España. En  todo el mundo. En un mundo global, los acontecimientos son globales...
Faltaba nada para que te fueras, estabas muy sedado. Justo antes de  entrar en coma, con nuestros hijos  en la habitación, me pediste que  me acercara. Me diste las gracias por  tantas cosas, me regalaste las mejores palabras  de amor y... Tuve que salir  de la habitación entre sollozos, ahogada por los gritos que no debía  dejar escapar. Conseguí serenarme  y, al volver al cuarto, Mirta me abrazó. Mamá, se ha despedido de ti. Ya no está aquí.
Hoy está nublado y las azoteas sin sol no son lo mismo. He subido un momento, pero  no se ve a nadie. Solo se escucha la música en el piso del caballero del panamá. La terccera de Beethoven. La Heróica.  La marcha fúnebre, la preferida del doctor Barraquer.
Amor, la gente se está muriendo sin despedirse. No tuvieron nuestra  suerte. No hay manos a qué cogerse, ni perdón, ni agradecimiento que ofrecer. Y da igual el estrato social al que perteneces. El virus no establece diferencias de clases. Eso  en nuestro mundo tan limpio y civilizado.
Mientras aquí nos faltan camas en UCIs, mascarillas y recursos apropiados, en el largo listado de olvidados del planeta, donde el confinamiento no es aburrimiento sino supervivencia, ni siquiera existe  un estado que pueda ayudarlos. Los apátridas de  la tierra. Ellos, los  que  no tienen nacionalidad tienen que elegir entre  el hambre y el virus. Europa no ha sido capaz ni de ponerse de acuerdo en la distribución de los refugiados. Miles de ellos esperan en Grecia a  que  Europa mueva ficha. Y la Unión Europea no sabe qué hacer con una de sus grandes catástrofes. Nuestros valores  se hunden en el Mediterráneo. Nuestro mar, nuestra cuna.
Hoy no ha salido el sol y me he venido un poco abajo. Pero estoy bien. Tú cuídate mucho. 
Y espérame. No me da miedo viajar contigo.

Willy Ronis, fotografo umanista - Città Nuova - Città Nuova

RAÍCES

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                                                                     Ahora me han derrotado, pensó. Soy demasiado viejo
                                                                     para matar tiburones a garrotazos. Pero lo intentaré 
                                                                     mientras tenga los remos y la porra y la caña.

                                                                                                 El viejo y el mar
                                                                                             Ernest Hemingway

                                                                                                
                                                                                               
                                                                              Què volen aquesta gent
                                                                            que truquen de matinada?

                                                                                      Lluís Serrahíma/ María del Mar Bonet.


Mi padre plantó, hará unos quince años, un álamo plateado, donde antes apenas creció una araucaria.
Me gusta este árbol, que puede alcanzar  los mil años si crece en un medio apropiado. Pero el pino araucano se murió. Y un día  que los  empleados  de  la Diputación andaban por los  márgenes de la  acequia plantando los álamos, se trajo uno.
El álamo plateado, en un medio como el de la Marjal, creció tanto, que sus raíces aparecían por todas partes. Habían levantado el suelo del  porche de la entrada. El Gloria destrozó la jardinera que lo contenía y lo venció hacia la entrada  como una barco varado sin  mar, ni arena.
Estos días de confinamiento, Rubén, Helena y Manuel se propusieron arreglar la entrada, para que cuando volvamos a instalarnos en la rutina diaria  de La Matandeta, todo esté más adecentado, más preparado  para disfrutar  de este castillo encantado, que dice Ferrán Marí.


Hubiera sido una semana más, de confinamiento y de trabajo a la espera de, si al olor de la debilidad en la que estamos sumergidos, no hubieran aparecido los tiburones. Sí, esos que nadan en busca de sangre. No creo que seamos las únicas personas en este país que en estos momentos tengan problemas económicos. Es más, dichosos y afortunados aquellos que todavía conserven un sueldo  fijo y piensen que, cuando por fin, salgamos de esta  cuarentena impuesta por el virus o por la  deshumanización de la humanidad, todo volverá a ser como antes. Porque yo estoy segura de que nada, volverá a ser igual.



Una empresa, que se decía cliente y amiga, sí, una tal Alquileres Montero, hubiera sido capaz de habernos dejado sin luz y sin agua, utilizando la coacción y el allanamiento de morada, por una deuda que no ronda los tres mil euros y que no fue pagada en marzo por la situación que a todos se nos ha venido encima. l
Siempre digo que no creo en Dios, pero sí en El Ángel de la Guarda. Hace, aproximadamente dos años, el Ángel puso en mi camino  a Pablo Hernández, a la puerta de unos juzgados. Y él, y solo él, nos ha sacado de este  aprieto. 
Mientras, los tiburones, con los dientes un poco carcomidos por las  dentelladas que solo pudieron darle a la verja de la entrada, se han ido en busca de sangre  a otra parte. La semana no fue para nada aburrida. Y  yo volví a bajar a mis propios  infiernos en  busca de fantasmas y monstruos que ya  no debieran estar allí.
Como siempre, gracias a mis amigos, por la paciencia infinita que me demuestran. Por escuchar mi rabia y mi desesperación. Porque hay días que el calendario se podría  saltar.  O hay tiburones que rondan la superficie cuando el surfista desprevenido ha perdido la tabla en una ola que no pudo remontar a tiempo.
Salve y ustedes lo pasen bien. Ya estamos  en mayo.








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